Friday, March 17, 2006

¿Compartir o no compartir mi wi-fi? Esa es la pregunta…


Con la rápida explosión de las conexiones inalámbricas a la Red conocido como wi-fi –explosión más rápida en algunas latitudes que en otras pero creciendo de todas maneras en la Argentina – se están librando algunas cuestiones que resultan fundamentales. Si una persona instala wi-fi en su casa, ¿deja la conexión abierta para que la puedan utilizar otros o no?

El New York Times se ha ocupado bastante de este tema en el último mes. El 5 de marzo se publicó el artículo de Michael Marriott: “Hey Neighbor, Stop Piggybacking on My Wireless”, o sea, en una traducción no literal, “Ché, vecino, dejá de conectarte a mi conexión inalámbrica”.El tono en el artículo de Marriott, como ya puede adivinarse por el título, es que conectarse al wi-fi de otro vendría a ser como robar. Con rigor periodístico también incluye testimonios de personas que dicen que no sienten que conectarse en forma anónima sea robar sino que es más bien como si “leyeran el diario sobre el hombro de alguien”.

Por otra parte, Marriott habla de riesgos en la seguridad de los datos propios si accede “un extraño” y del ancho de banda que se aletarga si un vecino la usa mucho (¡?). Sin duda, son cuestiones importantes que deben ser explicadas por especialistas neutrales e independientes (que no hagan lobby para ningún bando sino que expliquen los peligros reales si los hay).

Recientemente en EEUU en la librería Barnes & Noble que publicita “venga a usar nuestro wi-fi” tuve que pagar US$4 (12 pesitos de los de acá) para conectarme durante sólo dos horas. Claro, me enojó un poco porque supuse -ingenuamente- que el wi-fi gratuito sería un buen "anzuelo" para atraer compradores, como creo es el caso de EL Ateneo (ver post abajo). En el verano, tanto en Cariló como en Pinamar uno se podía conectar gratis a Internet y de forma muy eficaz gracias a los paradores que tenían wi-fi.

¿Será que ahora es gratis en la Argentina y después le van a empezar a cobrar a todo el mundo? ¿O será que algún día habrá wi-fi para todos en cualquier lugar del planeta? La respuesta correcta a estas dos preguntas determinará cómo viviremos todos y los escenarios en uno y otro caso arrojan realidades muy diferentes.

Ayer, el New York Times publicó otro artículo de Timothy B. Lee, llamado “Hop on my bandwith” (Subite a mi ancho de banda) que es mucho más optimista. Lee se queja de que la prensa utilice palabras como “robar, hackear o invadir” para describir el utilizar el servicio de wi-fi de otros porque es alarmista y no explica el problema de fondo. Reconoce que él mismo ha utilizado el servicio de terceros y ha dejado ahora, en reciprocidad, abierta su propia conexión inalámbrica para beneficio de otros. Claro, según explica, el problema son las compañías que proveen el servicio que ponen el grito en cielo porque no quieren dar servicios de 1 x 2 o 3 o 4 – o sea, paga uno lo usan muchos.

Lee cree que nadie debería usar permanentemente el servicio de otro (convengamos que sería una “piolada” no muy difícil de implementar donde hay poco respeto por lo ajeno), pero sí, si la persona está fuera de su casa o por cualquier otra razón circunstancial necesita conectarse unos minutos. Me encanta el final del artículo donde Lee dice que en realidad, prestar ancho de banda es el equivalente, versión siglo XXI, de prestarle al vecino una taza de azúcar. Yo agrego que es la versión contemporánea del Buen Samaritano.

Opino que si uno paga su correspondiente ancho de banda – un mega o dos si no me equivoco – puede hacer lo que quiera con su conexión. Entiendo que será un tema combatido totalmente por los ISP por cuestiones económicas pero deben prevalecer los criterios de libertad individual. Si yo tengo la convicción de que formo parte de una comunidad y pago de sobra mi ancho de banda (sabemos que no utilizo esos mega que estoy pagando, era más de lo que tenía todo el país en el ‘95) ¿por qué no puedo abrir mi conexión a otros si creo que estoy siendo solidaria?

Ser solidarios en el siglo XXI tiene una GRAN ventaja que la vio Martín Varsavsky con la claridad del visionario (ver su proyecto FON para España). Si todos comparten su conexión inalámbrica, a medida que la gente se va conectando más y más en el futuro (esto en el mejor de los casos para nuestro querido país y probablemente primero en las grandes ciudades) podremos acceder todos a la Red desde cualquier lugar. Todos usamos lo que necesitamos y prestamos también. Obviamente, nos beneficia a todos a la larga. Claro, esto entendiendo que todos aportan (pagan)su parte, si no, no funciona.

La piolada sumada a la retrógrada mentalidad del siglo pasado y a la prensa alarmista, arrojarán un escenario más sombrío del que todavía estamos a tiempo de construir.

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